IN MEMORIAM Dr. Jorge Alejandro Voto Bernales Corpancho (22.10.1911 - 18.08.2008)
Lo llamaba Neuroblasto y él me respondía Protoneurólogo. No fui, realmente, alumno del Dr. Voto Bernales. En 1975, cuando llegué al Obrero a hacer mi residentado, él ya no pasaba visita porque era Jefe de Departamento de Medicina II. No puedo, por tanto, decir que fuera cierto eso de que se ponía guantes para examinar a los pacientes. En el 2do B-Este estaban las camas de Neurología y de Dermatología (Él siempre hacía la broma de que esta disposición obedecía al origen ectodérmico común de la piel y el sistema nervioso. Más adelante tendría que agregar al endodermo de Cardiología y al mesodermo de Reumatología……). Ernesto Bancalari padre ya se había ido (creo que a fundar el Servicio de Neurología del Hospital de la FAP, donde fue seguido por el “zorro” Alberto García Villalobos, también de la misma cantera). Luis Aspauza ya había renunciado al tiempo de haber regresado de Queen Square donde había viajado gracias a Voto Bernales, después de haber salvado a un paciente en delirium tremens inyectándole alcohol etílico endovenoso ante un asombrado Moisés Lemlij en el Servicio de Psiquiatría. Pedro Ortiz había emigrado al Hospital del Empleado y Gino Costa – su amigo más fiel, el de las visitas de cada jueves cuando ya la enfermedad de Voto Bernales había avanzado – era Jefe de Medicina Física y Rehabilitación. Roberto Portillo hacía todos los EMG y Carlos Mejía hacía todos los EEG – aunque Voto Bernales se quejaba de las excursiones de Mejía a San Fernando a enseñar Neuroanatomía o a Arequipa a algún campeonato de tennis. Alfredo Flores Mere, Judith Cabezas, Juan Tauro del Pino y Guillermo Cruz pasaban visita. El muy ingenioso Jaime Romero ya había regresado de Boston y llegado a ser jefe de Servicio; presidía incansable – café , cigarrillo e ironías en mano - las presentaciones de las historias que Marita Salazar, Alberto Villalobos, Iliana Meza y yo redactábamos. Lucho Deza todavía no venía a Neurología. Estaba en Neurocirugía jefaturada por Don Paco Alayza, mientras que Esteban Rocca dividía su tiempo en dirigir el hospital y supervisar el 3° A – Oeste.
Ya no era la época en que el Dr. Almenara dirigía el Obrero. Ya había pasado el tiempo en que Voto Bernales podía entrar de frente a la Dirección y decir “Guillermo: necesitamos un electroencefalógrafo. Te traigo el folleto con la marca y todo”. Prerrogativas que tenía por haber fundado el primer servicio de Neurología en 1945, tres años después de su regreso de su estadía en el Servicio de Jean Lhermitte en el Hospital de La Salpetriere en París de donde salió debido a la segunda guerra mundial.
Creo que fue en ese viaje de regreso en barco donde conoció a su futura esposa y fallecida hace pocos meses, la fina dama chilena Paulina Gatica Boissier quien – según ella contaba - al principio ni pensó en “darle bola al peruanito”. Con ella tuvo tres hijos (dos diplomáticos) y dos hijas. Por unos años, una de ellas estudió Medicina pero abandonó después de embelesar a un futuro neuropediatra.
En Lima, el renombrado neuropatólogo y político Óscar Trelles dirigía el Hospital Santo Toribio - hoy Instituto Nacional de Ciencias Neurológicas – y era también jefe del curso de Neurología. Voto Bernales fue uno de los que dejó San Fernando para fundar Cayetano Heredia donde trabajó desde 1961 con Honorio Delgado con quien desarrollo una respetuosa amistad. Sucedió al Dr. Trelles en la jefatura del curso, y fue en ese momento en que lo conocí. Alberto Villalobos – el francófilo futuro presidente de todos los neurólogos del Perú – había conseguido el último puesto de jefe de prácticas de Neurología en Cayetano. Gracias a la gestión de Voto Bernales con la Rectora Susi Roedembeck se abrió una plaza adicional para mí.
Ahí me enteré de su vida y pasé a formar un poquito parte de ella. Por muchos años, había cultivado una muy nutrida y selecta clientela constituida por pacientes neurológicos y psiquiátricos. A veces viajaba con sus pacientes al extranjero, y, a pesar de que ayudó a Esteban Rocca a viajara a Chile a estudiar con Asenjo, prefería muchas veces enviar sus pacientes a que los operara Scoville en EEUU. Levantarse en la madrugada a preparar sus clases y atender a su intensa práctica en consultorio y clínicas llegó a ser en algún momento muy agobiante y tuvo una vez un episodio de agotamiento con fasciculaciones generalizadas del que se recuperó en pocos días.
Su padre había sido el Juan Voto Bernales Rodríguez, médico aficionado a la Infectología jefe de servicio en una sala del Dos de Mayo donde hizo el futuro neurólogo sus pininos cuando no estaba conquistando enfermeras. Su padre publicó estudios sobre los aspectos neurológicos del paludismo, brucelosis, rabia, encefalitis (neuro-axitis) y la meningitis aguda linfocitaria (probablemente viral), así como sobre el espasmo de torsión. En algún momento había Jorge Voto Bernales sufrió de tuberculosis pulmonar. Quién sabe hasta qué punto eso influyó en que su tesis doctoral fuera sobre tuberculosis cerebral. Su tesis de bachiller había sido sobre los cambios hematológicos en los pacientes cerebrovasculares agudos. No recuerdo un interés suyo en algún tema neurológico en particular. Publicó numerosos trabajos, generalmente en asociación con colaboradores, y dirigió un sin número de tesis que estuvieron acumuladas en su oficina del Obrero hasta que logré que las donara a la Biblioteca de Ciencias Neurológicas y Oftalmológicas del Perú adonde las llevé en un camión. Fue por años miembro del comité editorial de la Revista de Neuropsiquiatría. Trataba siempre de mantenerse al día sobre todo con libros y con los Transactions de la American Neurological Association, el acta Neurológica Scandinavica, la revista Archives of Neurology y el boletín de la World Federation of Neurology.
Fue presidente del Cuerpo médico del Hospital Obrero y varias veces presidente de la entonces Sociedad Peruana de Neurología, Neurocirugía y Psiquiatría y de la Academia Nacional de Medicina. Organizó y presidió congresos peruanos y panamericanos de Neurología a los que asistieron neurólogos tales como Denny Brown, Mac Donald Critchley y Francois Lhermitte. Una vez al año viajaba a Europa, asistió a numerosos congresos internacionales en el extranjero – ciudadano del mundo, dice la placa recordatoria - y también a todos los congresos mundiales de Neurología hasta la década de los ochenta.
Fue tentado a un ministerio durante el gobierno de Fernando Belaunde pero, aunque amigo y simpatizante, siempre prefirió adoptar una posición suiza en política. Se catalogaba de monárquico anarquista, pero nunca llegó a explicarme esa contradicción.
Fui su colaborador en la Cátedra de Neurología de Cayetano, coordinador, preparador y corregidor de exámenes, el que telefoneaba a los profesores Gino Costa, Edmundo Beteta, Artidoro Cáceres y J.M. Cuba para que dictaran su clase de Polineuropatías, Epilepsias, Afasias y Extrapiramidales respectivamente; el que los citaba a reuniones en su casa de Choquehuanca donde – magnífico anfitrión - dirigía la planificación del desarrollo del curso entre drinks, bromas y agudezas sobre la actividad televisiva de Artidoro Cáceres y la teatralidad solemne de los neurólogos de Santo Toribio.
Fui su asistente (“Hay una antigua paciente mía que ha tenido una hemorragia cerebral en Chincha y quieren que yo vaya a verla. Les he dicho que mi asistente….” “Voy al congreso mundial en tal parte y tengo tales pacientes que quisiera que Usted vea en mi consultorio de Paseo de la República….).
Fui su protegido. Gracias a él y a Waldo Fernández conseguí la Beca del Consejo Británico para ir a Queen Square. En el Congreso Internacional de Amsterdam se acercó humildemente a Fred Plum, entonces el presidente de la World Federation of Neurology, y le pidió que me aceptara para ser su residente en New York. Lo aceptamos - fue la respuesta de Plum - con tal de que él se pague su sueldo y su estadía. Swell!!.......Me regresé a Londres, Inglaterra, y después de un año, gracias a Adriana Ciudad me fui a Londres, Canadá.
Le encantaba ser categórico y muy personal en sus opiniones en todo: “The Economist” era la mejor revista internacional, “Acta Neurológica Scandinavica” es la mejor revista de Neurología, la mejor manera de sacar el reflejo rotuliano era la que Wartemberg le había enseñado, el lomo a lo Strogonoff es el plato que Usted no debe dejar de probar (en el Club Nacional cuando me invitó a cenar con Armando Filomeno por el nacimiento de mi hija), Kemadrín es EL medicamento que me va a caer bien para mi Parkinson (independientemente de lo que Pedro Ortiz y Juan Altamirano le aconsejaron).
Su gusto por la historia, el arte y la literatura se reflejaba en sus clases y escritos. Su galantería era frecuente y no por ello poco ingeniosa. En el corredor del hospital me presentó a la agraciada Dra. Van Oordt: “Fíjese, Zumaeta, esta doctora tiene las tres “b”: buena , bonita y……… brillante!!” Cultivaba una elegancia aristocrática que impresionaba a muchos y podía ser graciosa, hasta en lo autoreferencial: “No sea tan iconoclasta. Usted me recuerda a Filomeno y Filomeno me recuerda a mí mismo”
Tengo todas sus cartas a Inglaterra y a Canadá, escritas a mano (era la época pre e-mail). Nunca dejó de responderme una. Nunca dejamos de ustedearnos, aunque era un ustedeo más afectuoso que muchos tuteos. Había mutua confianza, suficiente como para alguna vez que titubeó al caminar decirle que ya le estaba empezando la apraxia de la marcha. No sonrió pero tampoco se molestó.
Debe haber, con seguridad, alguna inexactitud en mis recuerdos pero, como decían en la película : “ cuando la leyenda es mejor que la historia, publica la leyenda”.
Me he demorado meses en escribir esto – el Dr. Torres es mi testigo – . Hay adioses que se vuelven crónicos. Hablaré con mi psicoanalista, pero antes iré al cementerio y dejaré una revista de Neurología y un Economist sobre la tumba de mi amigo Jorge Voto Bernales. Se lo debo.
Dr. Pablo Zumaeta
Febrero 17, 2008

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